Tramas y contexto de «Los ingratos»

1977 Simca 1200 LS, fotografía de Spanish Coches en Flickr (CC BY 2.0)

Nos encontramos en la España de los años sesenta y setenta, a caballo entre el mundo rural y el urbano de los suburbios, que acogía a aquellos que emigraban del campo de forma masiva, huyendo de un pasado de penurias y oscuridad.

«Veníamos de la calle sin asfaltar y sin semáforos y a la calle asfaltada aspirábamos«.

«Éramos los hijos de los que se fueron —mis hermanas y yo— o de los que se estaban yendo. O de los que soñaban con hacerlo».

…»la España que iba a mejor. Los hijos de esa clase media, intercambiable, corriente, emprendedora a su manera».

«El oro que no había en el pueblo lo íbamos a buscar a la ciudad«.

Los hijos de los que sufrieron la guerra y el hambre que vino después, buscaban su lugar en el mundo, lejos de la tierra que les vio nacer, en unas metrópolis que prometían mayores oportunidades laborales y un futuro mejor para los suyos.

En este escenario confluyen dos historias personales: la del protagonista y su familia y la de Emérita. La tragedia de ella, tiene lugar en 1961; David y los suyos se nos presentan en 1975. Él y sus hermanas se desplazan cada poco tiempo con su madre maestra por pueblos cercanos a Madrid, mientras su padre trabaja entre semana en la capital.

Durante un tiempo recalan en el que transcurre la mayor parte de la acción, que puede ser cualquiera, más manchego que castellano (un pueblo encalado, llano, con diez calles contadas, tirando a feo y con varias cuevas). Allí somos testigos de las andanzas de David con sus amigos y de la crisis matrimonial de sus padres.

La triste vida de Emérita, una campesina analfabeta, sorda, viuda de un borracho, que ha perdido a su bebé en dramáticas circunstancias, viene a cruzarse con la del niño, para entregarle el amor incondicional que no pudo dar a su hijo.

Eme, que viene a ayudar a una madre sobrecargada de trabajo en casa y en la escuela, llega para quedarse y convertirse en compañera de juegos, confidente y cómplice de David, pero también en una más de la familia.

El padre vuelve al redil, una vez perdonada su infidelidad, mientras el niño va creciendo y madurando.

Finalmente la vida lleva a la familia del campo a la ciudad, a Madrid, el ansiado objetivo, la tierra prometida. Y todo cambia. Eme se va difuminando en el recuerdo de un David ya adolescente cuyos intereses se alejan de aquel mundo rural que tanto le costó abandonar. Las canicas, las eras, la tienda de ultramarinos… dan paso a nuevos amigos, billares y bravas.

Eme sigue, sin embargo, anclada en su mundo, esperando que su niño vuelva a verla y entretanto, van pasando los años.

Solo en la madurez David vuelve sus ojos al pasado y regresa a un pueblo en el que apenas reconoce nada y donde se da cuenta de que ha llegado tarde. Es consciente de lo desagradecido que ha sido y se siente profundamente ingrato.

¿Nos hemos dejado algo en el tintero?

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4 respuestas a Tramas y contexto de «Los ingratos»

  1. Fer dijo:

    Me ha encantado el libro. Se me ha encogido el corazón más de una vez, pero también he sonreído más de dos. Me he reconocido en esta historia, sin vivir ninguna de sus experiencias, que recrea estupendamente una época de cambio, que sí he vivido.
    He sentido mucha nostalgia de la infancia, mucha.
    He sentido mucha tristeza por una generación que sufrió tanto y os dio todo.

    • Novelerías dijo:

      Hola Mª Teresa. Yo me he reído mucho, sobre todo al principio, pero lo cierto es que es una obra que me ha dejado un sabor amargo. Esa Eme que confía en volver a ver a su Currete y que muere sola, en el olvido, es una imagen que escuece. Para mí ha sido una experiencia muy intensa. En algunos momentos he pensado que el autor estaba en los mismos sitios que yo, en el mismo momento. No recuerdo haber vivido nada parecido con una novela hasta ahora.

  2. Conchi Allica dijo:

    A mi me ha gustado, pero me ha llenado de nostalgia, todo su imaginario ha sido el mismo de mi infancia. No en un ambiente rural, pero si en el urbano de barrio, los recortables, las tardes a la lumbre haciendo deberes, el olor a castañas asadas, el parchís.
    Un artista de los paralelismos, la vida y el parchís, uno de los párrafos más bellos. El juego de mi infancia…. cuanto recuerdo, yo también quise que me dejarán contar mas de 20…

    • Novelerías dijo:

      Sí, sí, es un puñetazo de nostalgia directo al estómago. Tiene que ver con una coincidencia generacional. Todo lo que cuenta lo hemos vivido en nuestras propias carnes 🙂

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