Contexto y tramas del «Atlas de Geografía Humana»

Otoño en Madrid» fotografía de https://500px.com/p/oscarfhevia en Flickr (CC BY-NC-ND 2.0) Fotografia tomada en la Casa de Campo, Madrid….

Nos encontramos en los años 90, concretamente en el 94 (aunque las diferentes historias de las protagonistas a veces se remontan 15/20 años atrás, incluso más, cuando se recuerda la historia de amor de los padres de Fran, por ejemplo, en que nos retrotraemos a los 50).

Estamos en Madrid, donde transcurre prácticamente toda la acción (aunque hay un par de encuentros amorosos en Suiza e Italia). Una ciudad que se convierte en casi un personaje y se describe desde el cariño y la ternura, también desde el profundo conocimiento de calles, suburbios y ambientes. Una urbe, querida por la autora, a la que Rosa atribuye más de una vez un carácter resistente:

«[…] A mí me gustaban aquellas casas, me gustaba verlas desde cualquier gigantesco ventanal de nuestro edificio inteligente, me gustaba saber que estaban ahí, resistiendo imperturbables a la especulación y a la síntesis de tantos materiales inefables, contribuyendo con su heroica modestia a la gran paradoja del siglo que viene, cuando esta ciudad malquerida, maltratada, maltrecha, se convertirá sin duda, gracias a tanto descuido, a tanto desamor, a tantos crímenes de la razón y a la insospechada fortaleza de su carácter, en el más exhaustivo y monumental catálogo de la arquitectura urbana del siglo pasado, el nuestro, porque casi nada de lo que se haya podido destruir para construir encima, ha dejado casi nunca de destruirse aquí y la piel de las ciudades envejece también, como la de sus hijos, pero el tiempo posa sobres sus poros de piedra, de cristal, de cemento, una pátina brillante y bella, dorada, tensa, tan inexorable su poder como el que ahonda los surcos que el mismo tiempo abre sin piedad en las esquinas de nuestros labios, de nuestros ojos, de nuestra frente.

Madrid es una resistente nata […]»

Y más adelante cuando ya ha tomado una decisión con respecto a su marido:

«Soy una resistente nata. Igual que Madrid. La paciencia es un rasgo predominante en nuestro carácter.»

Una resistencia que remite a la defensa de Madrid durante la Guerra Civil en las palabras de Marisa en Barcelona: «[…] si yo hubiera sido el general Rojo también habría decretado sin dudar la muerte de Durruti, porque la defensa de Madrid era un prodigio, un puro encaje estratégico, tan sutil, tan milagrosamente equilibrado, que lo último que necesitábamos era un héroe solitario y enamorado de sí mismo, un gilipollas dispuesto a romper, él solito y desde dentro, el cerco con el que no habían podido los nacionales en un asedio tan largo y tan intenso como el sacrificio de la población civil, y los fascistas quieren entrar en Madrid, pero Madrid será la tumba del fascismo, y no pasarán, amén.»

Ana la añora desde París y cuando se reencuentra con ella, se deja atrapar:

[…] «salí al balcón a respirar, para tiritar, para empaparme de aquel prodigio, una mañana de invierno en Madrid, el frío más puro, el sol inmaculado y un cielo tan azul como si pretendiera insultarme, burlarse de mí, mientras me adornaba con su color intenso, acuático, limpísimo […]

[…] Por eso no dudé antes de aceptar gozosamente el cálido chantaje de la ciudad que me tendió sus brazos, por eso corrí a refugiarme en su pecho, y cerré los ojos sin pensar […]

Es un lugar en el que las protagonistas disfrutan callejeando, de bares, absorbiendo su luz, sus olores…

Rosa reconoce en algunas calles, su hogar:

«[…] la puerta del autobús se abría para mí en el centro del mundo verdadero, Barquillo esquina a Almirante, donde el suelo era de asfalto y las aceras de adoquín, y el agua corría ordenadamente hacia los sumideros disimulados entre las ruedas de los coches, y había luz, y gente, y olía a hojaldre recién hecho en la puerta de la pastelería, y en mis manos, a la corteza de la mandarina que me regalaba el frutero al verme pasar, pronunciando la cálida contraseña de mi nombre, Rosa, un olor estupendo que sobrevivía en los resquicios de mis dedos hasta después de merendar, bien segura ya en mi barrio, en mi casa, mi madriguera, una ciudad antigua de edificios altos como hadas madrinas y bares abiertos hasta la madrugada.»

Fran saborea los colores del otoño:

*Los árboles de la Casa de Campo se abrochaban ya el último botón de su traje más hermoso. Las pocas hojas verdes que aún sobrevivían en las ramas más jóvenes se agitaban de desesperación, incapaces de competir con la fragilísima, aterciopelada belleza de sus mayores, destellos rojos, amarillos, anaranjados, violáceos, que brillaban con el esplendor de las estrellas, que están a punto de extinguirse bajo la melancólica delicadeza del sol del atardecer en octubre. Madrid, a mis pies, sucumbía al hechizo del otoño, recuperando un color antiguo, de infancia detenida. Las tejas se bañaban en el último resplandor del día como si el horizonte fuera un rodillo que las cubriese sin pausa de purpurina, oro falso, precioso, que proyectaba una sombra imposible sobre las calles limpias, regadas de luz, tan definidas, tan nítidas, como si formaran parte de un gigantesco decorado teatral.»

Por otra parte, la trama principal nos presenta a cuatro mujeres que trabajan en la edición de un Atlas de Geografía Humana, proyecto importante de una gran empresa editorial. Entre plazos que apremian y mientras la tarea sufre algunos contratiempos a los que se van aplicando soluciones, vamos profundizando en el día a día de las cuatro compañeras, inmersas en plena encrucijada vital.

En el transcurso de la puesta en marcha y publicación del Atlas, conocemos las vidas de las protagonistas y sus familias, que constituyen las tramas secundarias de la obra. Todas se encuentran al final de la treintena, en una etapa de cambios y de toma de decisiones:

  • Fran, la jefa, está yendo a terapia y a través de sus confesiones ante la psicoanalista, sabremos de la historia de sus padres, su educación progre en plena dictadura, su ideología de izquierdas y de la crisis de su matrimonio.
  • Ana. casada en la adolescencia, demasiado pronto, reconduce sus decisiones, se separa de su marido y vuelve a enamorarse.
  • Marisa, la mujer invisible que se inventa otra vida para sobrellevar la real, acaba encontrando al hombre que no buscaba.
  • Y Rosa, cuya existencia es aparentemente perfecta, pero hace aguas por todas partes… también da un giro a su vida.

De cada una de ellas hablaremos largo y tendido en la próxima entrada, en que analizaremos personajes y temas

¿Algo que añadir sobre esta?

Os toca 🙂

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