Personajes y temas de «Nada es verdad»

«aburrimiento», fotografía de Ana N R en Flckr (CC BY-NC 2.0 DEED)

Quizá la parte más divertida de la novela que nos ocupa es aquella en la que la autora describe a su familia «ficticia», peculiar donde las haya.

Una madre hiperaprensiva y controladora y un padre con un tipo de TOC por la limpieza, los gérmenes y la contaminación, no parecen figuras ejemplares ni fáciles de asumir para sus hijos. Sin embargo, no hay rencor por su parte, los sobrellevan con paciencia y cariño, los toleran desde el afecto.

Me atrevo a decir que estos padres (que desquiciarían al más cuerdo) son de los mejor tratados en las novelas leídas en el club hasta el momento, en que, vaya usted a saber por qué, suelen salir bastante malparados.

Tampoco es mala la relación entre los dos hermanos, obligados compañeros de juegos y aburrimiento (estado de ánimo, yo diría que valorado con nostalgia), pero cómplices en la infancia; colegas de profesión y colaboradores en la madurez.

La amistad es otro de los temas que se abordan en la obra: su importancia durante la adolescencia, el alejamiento posterior.

Igualmente, se habla de la pérdida y de la muerte, sobre todo en el momento de la despedida.

También es destacable la mención de lo físico, a lo corporal : el poco pecho que le echa en cara la abuela Muccia a la protagonista, su estreñimiento (descrito de manera magistral), el insomnio…

Se describe con naturalidad, pero sin entusiasmo el sexo y se expone la maternidad frente al aborto.

Y se habla de los libros y el oficio de escribir, sin ningún atisbo de romanticismo o idealización. Los unos, como consecuencia del aburrimiento y el otro, como resultado de la indolencia de la protagonista.

Pero sobre todo se habla de la mentira como instrumento para afrontar la realidad y la vida en general: nada es verdad ¿no?

El alter ego de la autora en la ficción, que tiene su mismo nombre, aunque acortado en Verika y convertido en Veronika con k, en su versión imaginaria de estrella del rock, vive en esa mentira constante que termina haciéndose realidad a fuerza de repetirse, es una mujer malhumorada, irónica y ácida, invisible para su madre, que despierta cierta ternura.

Su hermano tiene un punto surrealista: es el genio de la familia, un ferviente creyente, político local, el clásico tipo que se adapta al medio, sea cual sea este.

Con las intervenciones de Francesca, la madre, me he reído a carcajadas y ya os he contado en algún momento que su aparición en la primera página del libro, me convenció en el acto.

Esa capacidad de imaginar todo en formato catástrofe y dar por sentado que cualquier ausencia de noticia es una mala noticia, me hace mucha gracia, así como su falta de vergüenza y escrúpulo a la hora de intervenir en todo tipo de actividades de sus hijos. No la querría de madre, pero vista de lejos, es extraordinaria 🙂

El padre que ve peligros en todos los rincones y hace habitáculos de manera compulsiva en espacios diminutos, hablando a voces, bien podría tener algún tipo de trastorno grave, quizás objeto de internamiento, pero ahí le tenemos, haciendo una vida medianamente normal y educando a un par de hijos, que ni tan mal han salido.

El abuelo Peppino es el personaje tratado con más dulzura y ternura.  Ofrece a Verika un apoyo sincero y completo. La escena en la que intenta ayudarla en el baño es una maravilla.

La abuela Flora tiene ese aire de personajes que se mueven entre el cielo y la tierra, alejados de la realidad, en su propio mundo, pero cerca. Sin embargo, la abuela Muccia es dibujada como una mujer adusta con la que Verika no tiene ninguna conexión.

Glenda, encarna la amistad y la madre de esta, la comprensión materna que no tiene en Francesca.

Es posible que se me haya escapado algo ¿lo completáis, por favor?.

¡Nos vemos el jueves!